
La Dirección
Crónica (verde) del Abuelo El abuelo | |
En alguna parte creo haber leído que en Estados Unidos hay tantas iglesias como estriptises. Ahora que me acuerdo lo vi en un programa de televisión humorístico y bastante crítico que se llama The Daily Show. Esto lo traigo a colación porque en mi temprana madurez y en algunos períodos críticos de mi vida frecuenté esos locales, a lo que ya no asisto sino a veces para ingerir mis cada vez menos frecuentes desayunos americanos, con huevos, jamón, tostadas empapadas en mantequilla (es de esperar) papas fritas y salchicha, tocino o jamón fritos. Ahora me estoy cuidando un poco del colesterol que es en mi caso una de las cartas marcadas de esta mano que cada individuo juega con las diversas posibilidades de su muerte. Además de que, como es sabido, los desayunos y almuerzos (lunches) son tan baratos como apetitosos en esos lugares, hecho no conocido por el público en general, sobre todo en uno que se llama Sirenas y está en pleno centro, donde de tarde en tarde me como un lunch con una de las niñas que trabajan allí, o mejor dicho esperan su turno, porque a esa hora todavía es muy temprano, a quien le pago su almuerzo y luego salimos a fumar un cigarro en la vereda.
Y lo que pasa es que el otro día Guagua L’Amore, nom de guerre de esta niña, estriptisera ítalo canadiense latinoamericana, de ojos verdes y un metro setenta y dos, me comentaba de la desaparición de uno de los personajes más comunes en ese ambiente. Un alto porcentaje de las niñas que trabajan en este medio son drogadictas y por ende ejercen la prostitución à côté como decimos los franchutes, se ven explotadas, torturadas, por lo menos amenazadas y bajo el control de dos especies de varones frente a los cuales la sociedad hace la vista gorda, los traficantes o repartidores de drogas y los cafiches. Los primeros están aquí para quedarse, ya que la plata que producen las drogas es parte considerable de la economía, y ellos, citando a un poeta amigo “hacen circular el circulante”, y entonces se ganan la admiración o el beneplácito de esta sociedad dizque cristiana, pero que considera al gángster y al delincuente en general como un héroe, siempre que gane harta plata, desde Al Capone, pasando por las bandas de motociclistas, El padrino y la serie televisiva de los Soprano.
Bueno, pero me estoy yendo por las ramas, por los cerros de Úbeda, como dicen los peninsulares. A lo que iba, esa niña me contaba que se había enterado por las otras chicas del ambiente, que muchas estaban reemplazando al tradicional cafiche, o chulo, como les dicen los españoles, los que se estaban quedando sin trabajo. Las niñas se conseguían su buena computadora, amononaban una pieza, instaban su equipo y su maquinita fotográfica digital, hacían una pequeña investigación en el web y en un par de semanas estaban ofreciendo sus servicios virtuales, claro que por menos plata, de digamos unos ciento cincuenta o doscientos dólares bajaban a dos o a tres, pero sin salir de la casa, sin tener que pagar comisión, y a veces con centenares de clientes ‘en línea’ por semana. Y entonces hablamos de cómo los cafiches del futuro iban a tener que tener por lo menos un título de ingeniero de programación y el prototipo del pimp que endiosa la cultura y música Hip-Hop iba a ser en cambio un tipo blanco, de anteojos, flacucho y de terno, y esa imagen, llevada de la mano por la dinámica de la cultura popular, iba a entrar al paraíso de los arquetipos sexy contemporáneos. Pero las profesionales del amor ya más entraditas en años y, ojalá, con algunos medios, echarían de menos a sus antiguos torvos protectores y viajarían de vez en cuando a los países latinos, que más o menos igual o peor que ahora, en virtud de llevar la peor parte en ese proceso que economistas y sociólogos conocen como ‘Dependencia’, iban todavía a proporcionarles por medio de sus machos el maltrato y explotación directa añorados, fieles al popular dicho que todavía se escucha en las siniestras calles de un país latinoamericano que no quiero nombrar: “quien te quiere te aporrea”.El 18 de septiembre de 1981 llegó a la ciudad de México, donde permaneció por una década y fungió como redactor en la Agencia Salvadoreña de Prensa (SALPRESS), corresponsal de la revista brasileña Cuadernos del tercer mundo, analista político de la empresa privada ANAFAC y editor de la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información. Entre septiembre de 1986 y enero de 1987 se trasladó de la ciudad de México al pueblo de Tlayacapa (Cuernavaca), donde escribió su primera novela, La diáspora, dedicada a contar las experiencias de los intelectuales salvadoreños exiliados a causa del conflicto armado (1979-1992). Esta obra ganó el Premio Nacional de Novela 1988, patrocinado por la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas". Al finalizar el período bélico salvadoreño (1979-1992), regresó a San Salvador a participar en la fundación del primer medio impreso de la posguerra: el semanario Primera plana (San Salvador, 1995-1996).
Residente por algunos meses en España, después de esa estancia dio a conocer sus obras, entre ellas La diabla en el espejo (novela, Barcelona, Casiopea, 2000) finalista del premio internacional "Rómulo Gallegos", en su edición del año 2001.
Con El asco Castellanos Moya logró una repercusión internacional. Es una novela que realiza un homenaje a los personajes de Thomas Bernhard que incluso logró impresionar al traductor al español del escritor austríaco. Se publicó en 1997 y ya lleva siete ediciones en El Salvador, en donde se convirtió en el libro de culto de los últimos años, pasando de mano en mano.
Definido por Roberto Bolaño como un "melancólico que escribe como si viviera en el fondo de alguno de los muchos volcanes de su país", El Salvador, Horacio Castellanos Moya es una de las voces más provocadoras y originales de la literatura centroamericana de posguerra. Su obra es una exploración crítica de la temática y retórica de la violencia. La gratuidad del crimen, los abusos de la derecha y de la izquierda, el deterioro de las utopías revolucionarias y el desencanto de los que lucharon por ellas, son algunos de los motivos que aparecen en sus historias, en las que hace gala de un estilo depurado, nervioso y contundente. Un eficaz uso del monólogo y del lenguaje coloquial son dos de los rasgos más característicos de su escritura.
En la actualidad vive en en Pittsburgh bajo el programa City of Asylum.